Cecilia
se queja todo el tiempo de que no gana suficiente dinero, de que no puede
comprar lo que desea y que jamás podrá conseguir nada. Un consejero le dijo:
_Estás
desperdiciando tu energía en quejarte en lugar de usarla para avanzar.
-No
comprendes... Mi empleo es el problema, no yo -replicó ella.
-Tu
empleo mal pago puedes ser un problema y puede ser que tu jefe sea demasiado
exigente, pero si siempre estás tan disconforme, te causas un daño mayor del
que puedas causarte el trabajo o tu jefe.
-¿Y
qué puedo hacer yo? -quiso saber ella.
-
No puedes controlar el trabajo ni a tu jefe pero sí puedes controlar tus
sentimientos respecto de ellos. Modifica tu actitud -respondió el consejero.
Cecilia
aceptó el consejo. Cuando dejó de lamentarse de la vida, la gente a su
alrededor lo notó de inmediato. Consiguió un ascenso y su nuevo puesto le
generó mejores posibilidades. De ahí que en pocos meses la transfirieron a otro
departamento con un sueldo mayor y un jefe que le brindaba todo su apoyo.
Lo que consideramos horrible es un estado de actitud. Un cambio
de actitud ¡cambiará el estado de las cosas!
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