Había una mujer de la nobleza, muy rica, que había crecido
cansada de la vida. tenía todo lo que una persona pueda desear excepto
felicidad y alegría. Ella dijo: Estoy aburrida de la vida. Me voy a ir al río y
voy a acabar con ella.
Mientras caminaba sola, sintió un a pequeña mano tirando de su
falda. miró hacia abajo y vio a un niño pequeño, frágil y aparentemente
hambriento que le imploraba: Nosotros somos seis. ¡Nos estamos muriendo de
hambre! La mujer pensó, ¿por qué no aliviar a esta desdichada familia? Tengo
los medios y mis riquezas ya no van a tener más uso cuando yo muera.
Siguió al pequeño y entró a aquella escena de miseria,
enfermedad y necesidad. Ella abrió la cartera y vació su contenido. Los
miembros de la familia estaban a su lado con alegría y gratitud.
Identificándose aun más con sus necesidades, la rica mujer dijo: ¡Yo vuelvo
mañana, y voy a compartir con ustedes más cosas buenas que Dios me ha dado
abundantemente!
Dejó aquel cuadro de necesidad y desdicha contenta de que el
niño la hubiera encontrado. por primera vez en su vida comprendió la razón de
su riqueza. Jamás volvió a pensar en acabar con su vida, porque no tenía
sentido ni propósito.
Aquellos que dan con alegría a la vida de
otros no pueden ocultarla en ellos mismos.
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