B - Domingo 30o. del Tiempo Ordinario
Primera: Jer 31, 7-9; Segunda: Heb 5, 1-6;
Evangelio: Mc 10, 46-52
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Sagrada Escritura:
Primera: Jer 31, 7-9
Segunda: Heb 5, 1-6
Evangelio: Mc 10, 46-52
Nexo entre las lecturas
Los textos litúrgicos destacan la eficacia de Dios en su acción con los
hombres. Dios es eficaz haciendo retornar del exilio a la patria anhelada a
numerosos hijos de Israel (primera lectura). Jesucristo, con el poder eficaz
de Dios, otorgará la vista al ciego Bartimeo que vence cualquier obstáculo
con tal de obtener su gran deseo de ver (Evangelio). La eficacia salvífica de
Dios se muestra de modo especial en Cristo, sumo sacerdote, que saca a los
hombres de la ignorancia y del dolor, y los libra de sus pecados.
Mensaje doctrinal
1. Un Dios eficaz por amor. Eficaz es aquel que logra, por caminos
acertados, con los mejores medios y en el menor tiempo posible, todo aquello
que se propone. Ésta es una definición aceptable para la mentalidad común.
Pero la eficacia de Dios resulta no pocas veces desconcertante. Porque nadie
duda de que Dios es eficaz, pero los modos y tiempos de la eficacia divina
siguen rumbos ajenos a los humanos. Muchas veces los caminos acertados para
Dios no son acertados para los hombres y viceversa. A los judíos no les debió
parecer un camino acertado el exilio en Babilonia, pero lo fue para Dios que
así manifestó la fuerza de su amor y misericordia haciéndolos retornar a su
patria, porque "yo soy para Israel un padre, y Efraín es mi primogénito"
(primera lectura). Subir a Jerusalén es hermoso, pero hacerlo en compañía de
Jesús que encontrará allí la cruz y la muerte, desafía inevitablemente
nuestras categorías humanas y nuestra voluntad de seguimiento. Sin embargo,
no cabe duda alguna de que en la cruz refulge la fuerza divina del amor y el
amor poderoso del Redentor. Esa eficacia misteriosa del amor redentor
continúa viva y vivificadora a lo largo de los siglos hasta nuestros días. A
los primeros cristianos debió parecer algo sorprendente que Jesús, en cuanto
sumo sacerdote, no proviniera de la tribu de Leví. Pero así la eficacia
divina brilló con nuevo fulgor, constituyendo a Jesucristo no sólo sumo
sacerdote del pueblo judío, sino de la humanidad entera, a la manera de
Melquisedec. Nada hay en la vida más eficaz que el amor, y Dios es Amor. Pero
la eficacia del amor, más que con la pura razón, se descubre con el amor puro
y sincero.
2. Los requisitos de la eficacia divina. La liturgia de este domingo
nos indica algunos de ellos. 1) Creer y esperar. Los exiliados de Babilonia
no podían olvidar las maravillas de Dios en la historia de su pueblo. Dios
había mostrado la fuerza de su brazo en el Éxodo y en la conquista de la
tierra prometida. Ellos creen y confían que Dios volverá a actuar eficazmente
a su favor, aunque no sepan cuándo ni cómo. Bartimeo tiene una fe inmensa en
que Jesús, el Mesías descendiente de David, puede curar su ceguera; por eso
grita sin temor alguno y con osadía: "Jesús, Hijo de David, ten
compasión de mí". Los judíos creían que Dios había concedido al sumo
sacerdote, en la fiesta del Yom Kippur, el poder de perdonar los pecados de
todo el pueblo. Y los cristianos creemos con absoluta seguridad de que
Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, destruyó en la cruz los pecados del
mundo. Es imposible que Dios manifieste su eficacia en quien no cree en ella.
2) Sentirse necesitado de la fuerza de Dios. Los judíos en el exilio sabían
muy bien que por ellos mismos no podrían ser repatriados. Bartimeo era muy
consciente de que él nada podría hacer para recuperar la vista. Los judíos, y
los cristianos, estamos convencidos de que sólo Dios puede perdonar los
pecados. Quien es autosuficiente y no siente necesidad de la fuerza de Dios,
no podrá nunca ser testigo de su eficacia en la vida de los hombres y en la
historia. 3) Ser coherentes. Si aceptamos la eficacia divina en nuestra vida,
hemos de aceptar el ser coherentes con sus exigencias. Es decir, como
cristianos hemos de ser una especie de escaparates de la acción eficaz de
Dios en nosotros. Los exilados de Babilonia se ponen en camino hacia la
Palestina, Bartimeo sigue a Jesús camino de Jerusalén, los cristianos no sólo
han sido redimidos por Cristo sumo sacerdote, sino que viven como redimidos.
Sugerencias pastorales
1. ¡Señor, que vea! El ciego Bartimeo es figura y símbolo de los
discípulos de Jesús en aquel momento histórico, en que Jesús pasó por Jericó,
y en todos los tiempos. Frente al misterio de la cruz y de la muerte
ignominiosa, los cristianos experimentamos, con no poca frecuencia, la
ceguera de Bartimeo, su inmobilismo, su indigencia. "Bartimeo, un
mendigo, ciego, sentado junto al camino". ¡Cuántos Bartimeos en nuestro
tiempo ante el gran misterio de la pasión y del dolor inocente! Hay mucha
ceguera en los hombres ante la injusticia del sufrimiento, como si el no
sufrir fuese la cumbre de la perfección humana. A muchos los pies se nos
hacen de plomo ante la sola idea de caminar con Cristo hacia la ciudad del
dolor y de la muerte. Permanecemos inmóviles en el territorio de nuestro ego,
desganados para ponernos en camino hacia la tierra del dolor ajeno. Somos
indigentes, inmensamente indigentes de que alguien -o mejor Alguien- nos abra
los ojos y nos arranque de nuestra inmovilidad. Cristiano es aquel que no
tiene miedo al sufrimiento. Aquél que dice con igual decisión sí a la salud y
al bienestar, que sí al sufrimiento y a la tribulación. Porque el sí del
cristiano es un sí al misterio de Dios-Amor, y para los que aman a Dios todas
las cosas contribuyen a su bien. Ojalá el Señor nos conceda a todos los
cristianos repetir una y otra vez: "¡Señor, que vea!". Para que
viendo crea, y creyendo siga firmemente tus pasos hacia la cruz.
2. Seguir a Cristo. Cristiano es aquél que cree en Cristo y camina
tras sus huellas. El seguimiento de Cristo no es el seguimiento de una
doctrina, v.g. la de Pitágoras, la de Aristóteles o la de Zenón. Cristiano no
es tampoco el que sigue un camino de vida trazado en páginas imperecederas,
al estilo de los grandes maestros de moral de Oriente y Occidente. Cristiano
es el que sigue a una persona, la persona de Jesús de Nazaret. Más aún,
cristiano es quien presta a Jesucristo su humana naturaleza para hacerse
presente en la historia en el hoy de cada día. En otras palabras, ser
cristiano es ser transparencia de Cristo para los demás, dejarse interpretar
por él. ¿Somos los cristianos transparencia de Cristo? ¿Eres tú transparencia
de Cristo en tu familia, en tu parroquia, entre tus amigos? ¿O eres más bien
una desfiguración de Jesucristo? Tomar todos en serio nuestra vocación
cristiana ha sido un imperativo histórico desde los inicios del cristianismo.
¿Qué puedo hacer yo para ser transparencia de Cristo en todo lugar y
circunstancia? Construyamos una cadena de transparencias de Cristo, para que
el mundo, nuestro mundo, sea salvado por el único Salvador.
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