Arcos y septiembre
En el noveno
mes del año la vid y el almendro nos muestran su cosecha lista para ser
recolectada. Se retoman las actividades escolares y estudiantiles con la
consiguiente compra de libros de textos, se dice adiós al verano y se da la bienvenida al un nuevo otoño con
temperaturas más suaves.
En Arcos,
ciudad eminentemente agrícola, es septiembre el mes proclive para hacer balance,
quizás dejado llevar por el estímulo que le confiere el hecho de haberse
recogido prácticamente todos los frutos de su feraz campiña y labrantíos
serranos minifundista ─con la excepción del algodón─, y el agricultor puede
sopesar hacia que lado se inclina el fiel de la balanza colocando en cada uno
de los platillos los capítulos de gastos e ingresos. Se reseñan estas
peculiaridades como pautas de costumbres heredadas de tiempos remotos, ya que era
por Feria de San Miguel cuando los pegujaleros arrendatarios pagaban las tierras
y compraban, vendían o trocaban, caballerías, ovinos, bovinos, caprinos y porcinos acorde con el excedente, o necesidad,
de cada uno, operaciones que se llevaban a cabo bajo la tenue sombra de un
olivo, o la del sombrajo de cañas de un ventorrillo itinerante instalado en el
epicentro del recinto del mercado de ganado, mercado de animales que tuvo la
feria hasta bien entrada la década de los cincuenta del pasado siglo.
Arcos y
septiembre, en estos tiempos, se perfilan con una proyección diferente acorde
con los cambios estructurales y nuevas tecnologías, y la Feria del Santo Patrón se ha
ido acomodando a las exigencias de cada instante conservando la esencia y
atractivo del visitante y de todo arcense que se precie de serlo.
Arcos de la Frontera (Cádiz), 24 de
septiembre de 2012
Salvador Hueso
Sañudo
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