De Fuerteventura a París
A un hijo de españoles arropamos
hoy en tierra francesa; el inocente
se apagó-¡feliz él!-sin que su mente
se abriese al mundo en que muriendo vamos.
A la pobre cajita sendos ramos
echamos de azucenas-el relente
llora sobre su huesa-, y al presente
de nuestra patria el pecho retornamos.
"Ante la vida cruel que le acechaba,
mejor que se me muera"-nos decía
su pobre padre, y con la voz temblaba;
era de otoño y bruma el triste día
y creí que enterramos-¡Dios callaba!-
tu porvenir sin luz, ¡España mía!
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