El asociacionismo acéfalo
“Más vale ser cabeza de ratón que cola de león”, (popular).
Sin duda es la cabeza pensante la madre del cordero de la asociación, la rectora, la que conduce y dirige al grupo y sin ella el “tinglao” se viene abajo a pesar de que haya buena voluntad, esfuerzo y trabajo por parte de algunos de los componentes del mismo.
El principio rector de todo asociacionismo, el mando, tiene que ser único e indiscutible, así como canalizado por una serie de entes, en orden jerárquico y concatenado, hasta llegar a los últimos eslabones. Éstos, aunque sean los más alejados de la cúspide jerárquica, tienen tanta o mayor importancia que los inmediatos a ella, por aquello de que no hay rey sin súbditos.
Cuando los pilares de cualquier asociacionismo comienzan a debilitarse, si se quiere salvar al grupo, es necesaria la sustitución perentoria de su liderazgo, ya que de no hacerlo tendrá los días contados. El conflicto surge en la elección del momento del relevo y de como plantearlo, pues la responsabilidad o la gloria que se derive, recaerá obviamente en quien decida y ejecute el cambio. De todas formas las asociaciones acéfalas, las que no tienen cabeza que las guíe, tienen un futuro poco prometedor, porque todos quieren mandar, se quiebra la cadena jerárquica y la situación se convierte en insostenible. Es por ello que, inclusos en las asociaciones más pequeñas como puede ser la de una comunidad de vecinos, se hace necesario unos estatutos con arreglo a la ley de propiedad horizontal, un presidente que la represente y unos vocales que lo arropen, así como un secretario-tesorero para levantar acta de lo que se acuerde y responder adónde van a parar los cuartos de las cuotas de los vecinos.
Arcos de la Frontera (Cádiz), 28 de enero de 2012
Salvador Hueso Sañudo
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