miércoles, 14 de diciembre de 2011

NUEVO DÍA

El doctor Wilbur Chapman a menudo contaba de su experiencia cuando fue a Filadelfia como pastor en la iglesia de Wanamaker.
Después de su primer sermón un caballero mayor se encontró con él en el púlpito y dijo: «Es usted muy joven para ser pastor de esta iglesia tan grande. Siempre hemos tenido pastores mayores. Me temo que no triunfará. Pero ya que predica el evangelio, le ayudaré en todo lo que pueda».
«Lo miré», dijo el doctor Chapman, «y me dije: ¿Este es un cascarrabias?».
Sin embargo, el caballero continuó diciendo: «Oraré por usted para que reciba el poder del Espíritu Santo; otros dos han acordado en unirse a mí».
Luego, el doctor Chapman contaba los resultados. «No me sentí tan mal cuando supe que iba a orar por mí. Los tres se convirtieron en diez y los diez se convirtieron en veinte; los veinte se convirtieron en cincuenta y los cincuenta en ciento veinte, los cuales se reunían a orar antes de cada culto para que el Espíritu Santo cayera sobre mí.
En otro salón los dieciocho ancianos se arrodillaban para orar. Estaban tan cerca que podía alcanzarles con mis manos a todo mi alrededor. Siempre llegaba al púlpito sintiendo la unción como respuesta a las oraciones de aquellos doscientos diecinueve hombres.
»Era muy fácil predicar, un verdadero gozo. Cualquiera lo haría bajo esas condiciones.
¿Y cuál fue el resultado?
Recibimos mil cien miembros por conversión en tres años, seiscientos de ellos eran hombres. Se trataba del fruto del Espíritu Santo como respuesta a las oraciones de ellos. No veo cómo un pastor promedio bajo circunstancias corrientes pueda predicar.
»Los miembros de las iglesias tienen mucho más que hacer que solamente sentarse allí como expectadores curiosos y ociosos para entretenerse y divertirse. Su ocupación es la de orar poderosamente para que el Espíritu Santo cubra al pastor con poder y haga que sus palabras sean dinamita».
A.M. Hills en Pentecostal Light [Luz pentecostal].

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