La expresión se usa cuando una cosa sale mal. Su origen es muy controvertido. Algunos autores piensan que nació de la calificación de diablo que se hubo de dar a alguna persona indeseable que vivió o estuvo en Cantillana (Sevilla). Para Gonzalo Fernández, autor de Quincuagenas de la Nobleza, el dicho hace referencia a un capitán bajo las órdenes de Jofre Tenorio, almirante de Castilla que durante las turbulencias de la minoría de Alfonso XI recorría las cercanías de Sevilla sembrando el pánico. El capitán ejercía especialmente sus desafueros en Cantillana, por lo que los arrieros y caminantes se alejaban del lugar y acostumbraban a decir: "Vámonos por otra parte, porque el diablo está en Cantillana".El diablo al que hace alusión el dicho también podría ser el maestro Juan Pacheco, que acompañó al rey Enrique IV en su viaje a Sevilla en 1469. Pacheco era una persona muy odiada en la capital sevillana, por lo que no se atrevió a entrar en ella y se hospedó en Cantillana. Hasta allí tenía que desplazarse el rey cada vez que quería despachar algún asunto con el aborrecido maestro. Por último, Gonzalo Correas, en su Vocabulario de Refranes, afirma que el dicho completo es "el diablo está en Cantillana, urdiendo la tela y tramando la lana", y añade el siguiente comentario: "El rey don Pedro, el Cruel, dice que pretendió allí el amor de una doncella principal desposada (prometida en matrimonio), y el esposo venía a verla de noche, hecho fantasma por miedo del rey, vino a espantarse la gente, y hacer este refrán".
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