jueves, 27 de octubre de 2011

REFLEXIÓN DEL CONSEJO LOCAL DE HERMANDADES Y COFRADÍAS DE ARCOS DE LA FRONTERA


El Año de la fe, anunciado en días pasados por el Papa, debe ser considerado una de las iniciativas que caracterizan este pontificado. Tal como la carta de convocación afirma desde las primeras frases, la memoria corre inmediatamente a aquel primer discurso del nuevo Papa en la Capilla Sixtina, la mañana siguiente a su elección, cuando afirmaba “la exigencia de redescubrir el camino de la fe para poner de manifiesto cada vez con mayor evidencia la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo”.

Y también vuelve a la inspiración evidente y central de todos los discursos de su último viaje a Alemania y a la institución del Dicasterio para la promoción de la nueva evangelización.

Con feliz intuición el Papa liga estrechamente el Año de la fe al 50° del Vaticano II. Mientras el Concilio sigue siendo objeto de discusiones y de apropiación partidista, es justo que la lectura y relectura de su riquísima herencia, su traducción en la práctica por parte de todo el pueblo de Dios en sus diversos componentes, siga siendo eficazmente guiada por el Papa, como por los Papas ha sido convocado y guiado en su realización, y tomado como “brújula” del camino siguiente de la Iglesia.

Pero Benedicto XVI también recuerda el 20° de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica, obra de increíble coraje, querida firmemente por Juan Pablo II en fidelidad al Concilio, para decir hoy nuestra fe del modo más completo, orgánico y claro posible. Punto de referencia precioso, que el entonces Cardenal Ratzinger conoce muy bien, habiendo tenido en él una parte determinante.

Pero el Año será, sobre todo, una nueva etapa de una historia, de un camino vivo, que viene desde lejos, de la creación del mundo, de Abrahán y Moisés, de David y de los profetas, de aquel “gran número de testigos” de los que habla la Carta a los Hebreos (cap. 11-12), en cuya huella están puestos María, los Apóstoles, los mártires y los santos, y en el que el Papa nos exhorta a ponernos también nosotros, “teniendo siempre fija la mirada en Jesús, autor y perfeccionador de la fe” (Ebr 12,2). ¿Y qué otra cosa más importante debería decirnos el pastor del pueblo de Dios en camino? 

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