jueves, 22 de septiembre de 2011

¡Sólo pienso!

¡Sólo pienso!

En momentos de soledad a veces me pregunto… ¿En qué estará pensando el ser humano cuando comienza una horrible pesadilla en su relación con su semejante? El ser humano debe perdonar y perdonarse los errores que se cometen, porque ya sucedieron y no sé puede regresar el tiempo.
Ahora bien; con el pasar de éste se aprende el consuelo de olvidar, en medio de esa tormenta que acompaña su vida y, que se dosifica día a día por la actitud tomada por su entorno. Su tortura es sufrir en silencio, sentirse sólo, ¡estar sólo!, con temor, sin tener con quién hablar y sin confiar en nadie, pero a pesar de todo no debe guardar rencor.
¿Para qué tanto rencor? ¿Para qué guardar tanto resentimiento? ¿Para qué vivir el resto de su vida preso por estas emociones?
Es el momento de ordenar pensamientos e ideas con el fin de buscar un punto de equilibrio en las relaciones con su entorno, sin creerse dueño de la verdad absoluta, volviendo a ver el lado positivo de la vida, que motivado a sus deslices se vio alterado y se constituyó en un gran problema, precisamente por no haber sabido actuar.
El seguir alimentando el problema no aporta nada positivo, al contrario; enreda más la situación, se interpone a la razón y finalmente puede conducir a la derrota y, esta puede conducir a ¡una desaparición definitiva…!
Y es que se enfrenta a un mundo al que ve predominantemente hostil. En momentos de soledad experimenta la sensación de que lo aplastan. Experimenta los estremecimientos de un estallido de rabia consigo mismo al darse cuenta que el peor castigo, es la soledad.
Entonces, se siente mal para encarar su propia existencia y aparta las incitaciones que brotan de lo más recóndito de su naturaleza en conflicto. Se siente solitario y conmovido por el hecho de que no puede exteriorizar con nadie, ni con su entorno, que es lo que más quiere pero que muchas veces le da la espalda. Puede reconocer en él mismo la causa de esos factores perturbadores que se aprovechan de su debilidad humana y, ello le provoca mucha ansiedad, tan atroz y aterrorizante, que se convierte en desesperanza y…
La desesperanza lleva a una pasión de rabia y esta puede desatar los demonios que lleva por dentro. Porque está consciente de que su situación trasciende más allá de su condición como ser humano, que por las cosas que pasan por su mente está en constante peligro de profunda conmoción emocional por tanto conflicto, que más allá de la frustración se enciende en forma residual la ira, inevitable y representativa de un peso psicológico que gravita peligrosamente sobre su mente.
Siente que hay unidades fundamentales en la vida que perdió y, ya no recuperará por mucho que se esfuerce, piensa que hay cosas a las que involuntariamente tuvo que renunciar y, pareciera que a cierta edad es ya demasiado tarde, pero cree que a pesar de lo complicado y confusa que es la vida, vale la pena la lucha por la existencia y porque comprende que desesperar es como morirse… ¡…y pienso para escribir…!
Colaboración de Ramón Morillo
Venezuela

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