jueves, 23 de abril de 2020
NUEVO DÍA
El Árbol Confundido
Había una vez, algún lugar que podría ser
cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso
jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos
felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un
árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: “No sabía quién era.”
“Lo que te falta es concentración”, le decía el
manzano, “si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ve que
fácil es?”
- No lo escuches, exigía el rosal. Es más
sencillo tener rosas y “¿Ves que bellas son?”
Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le
sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más
frustrado. Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al
ver la desesperación del árbol, exclamó:
- No te preocupes, tu problema no es tan grave,
es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución. No dediques
tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tu mismo, conócete, y para
lograrlo, escucha tu voz interior. Y dicho esto, el búho desapareció.
- ¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…?
¿Conocerme…?, se preguntaba el árbol desesperado, cuándo de pronto, comprendió.
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su
voz interior diciéndole:
- Tú jamás darás manzanas porque no eres un
manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y
tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los
viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión “Cúmplela”. Y el árbol se
sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual
estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y
respetado por todos.
Y sólo entonces el jardín fue completamente
feliz.
Y tu… ¿dejas crecer el roble que hay en ti? En la
vida, todos tienen un propósito que cumplir, un espacio que llenar.
No permitas que nada ni nadie te impida conocer y
compartir la maravillosa esencia de tu ser.
Pero sobre todo recuerda, jamás podrás conocer el
propósito de tu vida si no rindes tu corazón a aquel quién te creo. Conocer a
Dios es encontrar el propósito de Dios para nuestra vida.
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en
el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se
sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su
deleite, y en su ley medita de día y de noche!
Será como árbol firmemente plantado junto a
corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en
todo lo que hace, prospera. Salmo 1:1-3