viernes, 27 de diciembre de 2019
Carta de Jesús para ti en esta Navidad
Como bien sabes, amigo mío, yo pedía muy
pocas cosas en mi vida.
Pedí una posada, antes de nacer, pensando
sobre todo en mi madre. Pedí a Zaqueo que me alojara en su casa, y a otro buen
amigo el salón para celebrar la
Pascua. Pedí un par de veces agua para beber.
¡Ah!, y también pedí un burrito para hacer
mi entrada triunfal en Jerusalén, y así no dejar mal al profeta Zacarías.
No me interesaban las cosas. Me
interesaban las personas. Me interesaba, sobre todo, la amistad. No me cansaba
de pedir amigos: amigos que me siguieran, que se unieran a mi causa, que
estuvieran conmigo, que continuaran mi tarea.
Mi tarea de hoy va en la misma línea. No
os voy a pedir ayuda material, aunque también la necesito para mis pobres. Tampoco
os voy a pedir que dejéis a vuestra familia y vuestros estudios, aunque a
alguno se lo seguiré pidiendo.
Mi petición va dirigida a todos y está al
alcance de todos.
Mirad, tengo unas ganas tremendas de
seguir "haciendo el bien", pues veo a tanta gente triste y
necesitada.
Me muero de pena al ver que muchos niños
no sonríen y mueren prematuramente.
No puedo soportar la imagen del joven que
camina a la deriva, que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en
el infierno del vacío y de la desesperación.
Me entristece la estampa del viejo, al que
nadie quiere y parece estorbar en todas las partes.
Cada matrimonio que se rompe es una
cuchillada a mi corazón. No digamos otro tipo de violencias y de guerras.
Me indigna el que unos se aprovechen de
los otros, que siga habiendo personas y pueblos sin libertad y sin dignidad.
En fin, no voy a repetir aquí lo que bien
sabéis vosotros. Lo que si quiero deciros es que unas veces me dan ganas de
llorar y otras de coger el látigo.
Y lo que os pido, lo que te pido, es que
me prestes tus manos para que con ellas yo pueda seguir curando, bendiciendo y
acariciando.
Te pido que me prestes tus pies para que
pueda seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás
de los que se descarrían.
Te pido tus labios, para besar a tantos
niños y a tantos hambrientos de amor.
Te pido tu lengua, para seguir dando
buenas noticias a los pobres y denunciar a los hipócritas y opresores.
Te pido tus ojos, para mirar con ternura y
cariño a toda la gente.
Te pido tu rostro, para sonreír a cada
uno, para sonreír a pesar de todo, para iluminar todas las situaciones con
mirada de gracia, de paz y de alegría.
Estáis tan nerviosos y preocupados, que lo
llenáis todo de angustia. Te pido en fin, tu corazón, para que yo pueda seguir
amando a mi manera.
Si me los prestas, no hace falta que te
desprendas de ellos. Es muy sencillo: utilizados tú como si fuesen míos, como
si ahora te los prestara yo. Haz tú con ellos lo que estoy deseando hacer yo.
Sonríe, pues, aunque no tengas ganas de
hacerlo, pero sabiendo que yo lo quiero.
Comparte, aunque te cueste, pero piensa
que yo lo haría.
Te infundiré mi Espíritu, para actuar yo
desde tú mismo. Te enseñaré el modo y la manera, te daré la fuerza y la capacidad. Yo me
prolongaré en ti. Tú serás mi instrumento. Tú y yo seremos, te lo aseguro, un
Dios para el hermano.
Te lo pido por el amor del Padre, por el
dolor de los inocentes, por todo lo que más quieras. En espera de tu respuesta
positiva, te mando un abrazo.
Jesús