martes, 6 de diciembre de 2016
BUENOS DÍAS DESDE ARCOS DE LA FRONTERA A TODO EL MUNDO
Algunas
de las lecciones más profundas de la vida pueden recibirse en los lugares menos
esperados si tan sólo nos tomamos el tiempo para mirar a nuestro alrededor y
ver con nuestros corazones tanto como con nuestros ojos.
Un
día, mientras viajábamos desde el trabajo entre San Antonio y Bandera, Texas,
presencié uno de los más espectaculares amaneceres de mi vida. Una de las
ventajas de mi viaje diario era la rara oportunidad de ver al sol tanto salir
como ponerse y en el esplendor de las colinas de Texas. En esta particular
mañana, me tomé el tiempo para detenerme en la cima de una colina y observar el
cambio de colores mientras el gran cuerpo celeste se asomaba por sobre el
horizonte y florecía en toda su gloria, imposibilitándome el mirar directamente
sus enceguecedores rayos. El recuerdo de aquel amanecer me acompañó todo el
día.
Al
dirigirme a casa esa tarde, anticipaba particularmente la puesta del sol. ¡No
fui decepcionado! No solo observé aquel ocaso, lo experimenté. Tuve una vista
panorámica mediante mis espejos retrovisor y laterales, además de mi vista en
dirección al noroeste. ¡Qué vista tan hermosamente impresionante! Una vez más
detuve el auto para sacarle ventaja a la espectacular puesta del sol. Estando
sentado observando los siempre cambiante colores, me di cuenta de que lágrimas
de puro gozo corrían por mis mejillas. Sin embargo, lo mejor estaba todavía por
venir en la forma de la luminiscencia. Mientras que los brillantes y vibrantes
colores del ocaso comenzaban a desvanecerse en los más hermosos pasteles,
mezclándose y combinándose en cada color imaginable, me di cuenta de que Dios
me había concedido uno de los más grandes regalos de toda mi vida: una vista de
la vida de comienzo a fin y más allá.
Para
mí, la verdadera belleza de la vida reside en el hecho de que no somos
derramados en un molde específico con un patrón de vida predeterminado e
inalterable. Fuimos creados como individuos únicos con libre albedrío para
tomar decisiones que moldeen nuestras vidas. Entonces, esperamos, hallamos el
valor de vivir con las consecuencias de esas decisiones.
He
aprendido que al enfrentar los desafíos desarrollo músculos morales,
espirituales y mentales que me preparan para la siguiente tormenta. No puedo
pensar en nada menos provechoso que una vida vivida sin el beneficio de pruebas
y dificultades que nos preparen para las crisis que han de venir.
Cuando
el ocaso de mi vida llegue y vea el rostro de mi Señor, contemplaré, por vez
primera, aquel amanecer en gloria. Al mismo tiempo, los seres queridos que dejo
atrás estarán viendo mi luminiscencia. Es mi deseo que cuando me llegue este
momento, ¡sea un tiempo de celebración de mi vida que nunca acabará! Ninguna
canción triste... ¡sólo canciones de Victoria!
Marjorie
Baker, copyright 1995