He aquí el camino de la luz: el que
quiera llegar al lugar designado, que se esfuerce en conseguirlo con sus obras.
Éste es el conocimiento que se nos ha dado sobre la forma de caminar por el
camino de la luz. Ama a quien te ha creado, teme a quien te formó, glorifica a
quien te redimió de la muerte; sé sencillo de corazón y rico de espíritu; no
sigas a los que caminan por el camino de la muerte; odia todo lo que desagrada
a Dios y toda hipocresía; no abandones los preceptos del Señor. No te enorgullezcas;
sé, por el contrario, humilde en todas las cosas; no te glorifiques a ti mismo.
No concibas malos propósitos contra tu prójimo y no permitas que la insolencia
domine tu alma.
Ama a tu prójimo más que a tu vida.
No mates al hijo en el seno de la madre y tampoco lo mates una vez que ha
nacido. No abandones el cuidado de tu hijo o de tu hija, sino que desde su
infancia les enseñarás el temor de Dios. No envidies los bienes de tu prójimo;
no seas avaricioso; no frecuentes a los orgullosos, sino a los humildes y a los
justos.
Todo lo que te suceda, lo aceptarás
como un bien, sabiendo que nada sucede sin el permiso de Dios. Ni en tus
palabras ni en tus intenciones ha de haber doblez, pues la doblez de palabra es
un lazo de muerte.
Comunica todos tus bienes con tu
prójimo y no digas que algo te es propio: pues, si sois partícipes en los
bienes incorruptibles, ¿cuánto más lo debéis ser en los corruptibles? No seas
precipitado en el hablar, pues la lengua es una trampa mortal. Por el bien de
tu alma, sé casto en el grado que te sea posible. No tengas las manos abiertas
para recibir y cerradas para dar. Ama como a la niña de tus ojos a todo el que
te comunica la palabra del Señor.
Piensa, día y noche, en el día del
juicio y busca siempre la compañía de los santos, tanto si ejerces el
ministerio de la palabra, portando la exhortación o meditando de qué manera
puedes salvar un alma con tu palabra, como si trabajas con tus manos para
redimir tus pecados.
No seas remiso en dar ni murmures
cuando das, y un día sabrás quién sabe recompensar dignamente. Guarda lo que
recibiste, sin quitar ni añadir nada. El malo ha de serte siempre odioso. Juzga
con justicia. No seas causa de división, sino procura la paz, reconciliando a
los adversarios. Confiesa tus pecados. No te acerques a la oración con una mala
conciencia. Éste es el
camino de la luz.