sábado, 18 de julio de 2015
LA POESÍA DE RAMÓN VÁZQUEZ ORELLANA
S O N E T O A un cuadro de olivar pintado.
En tierras de JAÉN, Andalucía,
cultivado campo de gran cabida
donde el olivo luce larga vida
en plantación extensa la cuantía.
Estar en liño evita la anarquía,
por hileras en distancia
sostenida
al ser por suficiente la medida
que se manifiesta entre vía y
vía.
Sensacional el que está a la
vista,
lo vegetal, constante, destacando
dándole visión al paisajista.
Sus particulares, acumulando,
al agricultor y al economista
visión también dan, de valor
sumando.
Córdoba, 17 febrero 2009.
BUENOS DÍAS DESDE ARCOS DE LA FRONTERA A TODO EL MUNDO
Hay
una situación que jamás voy a olvidar. Se dice que el ser humano retiene un 80%
de lo que ve y solo un 45% de lo que oye. Y doy fe de eso.
Un
domingo, estábamos en una iglesia rural ubicada en una zona de cosecha de
girasoles y maíz. Antes, durante y luego de cumplir con nuestras tareas
ecticas, papá notó que la mayoría de las personas tenían el rostro
triste. Luego de preguntar que era lo que pasaba, le dijeron que la cosecha,
por segundo año consecutivo, estaba perdida ya que hacía tres meses que no
llovía.
Resignados,
comenzarían esa semana a vender maquinarias y estructura para solventar los
gastos y poder pagar los préstamos bancarios.
Inmediatamente
papá pidió que nadie se retirara. Era lógico que cada uno había orado por esa
situación en forma individual pero no lo habían hecho como cuerpo de Cristo.
Tampoco se había tomado autoridad sobre el clima. Al exponer esto, los rostros
comenzaron a cambiar de tristes a incrédulos. ¿Podemos ordenar al cielo que
llueva? Por supuesto que si. - fue la respuesta - Yo no me resigno a que los
Hijos de Dios sufran mientras un banco se lleva lo poco que les queda.
Inmediatamente
pidió que nos tomemos de las manos haciendo un círculo en el centro del templo
y empezamos a orar. Expusimos a Dios nuestra causa, le imploramos que llueva y
ordenamos a toda huested de maldad que esté afectando la cosecha que se retire.
Luego de decir el ¨amén¨, y soltándonos de las manos, una ancianita exclamó
¨...y gracias Dios por la lluvia de esta tarde. Amén.¨.
Nuevamente
nos saludamos y nos retiramos hasta la próxima visita.
Había
que recorrer 30 kilometros de tierra hasta la ruta principal. En ese recorrido
el cielo comenzó a cambiar su fisonomía. Pequeñas nubes comenzaron a cubrir el
cielo y a relampaguear.
La
cosecha de ese año no sólo les alcanzó para cubrir los gastos, sino que muchos
cancelaron las deudas de los anteriores.
Jamás
voy a olvidar , mirando por el vidrio trasero, como la lluvia caía ,
curiosamente, sólo sobre el pueblo y sus campos, como si una mano gigante los
estuviera regando en detalle.
Y
una vez mas, ¨...gracias Dios por la lluvia de esta tarde!!¨