FABULA DE ESOPO

El niño y los dulces

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo. 
Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión. 
Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.

Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te frenarás.

NUEVO DÍA

Si tu hermosa sonrisa brillara en cada una de mis mañanas
como el encanto de tu hermosa presencia...
tu mirada seria la magia de mi razón de ser

si tus manos en mis manos...
si yo, tu y la luna...
tu serias mi estrella también
y con tan solo contemplarte
seria el hombre más feliz...
y tu silencio me sabría a miel
cuando no desees decir una sola palabra...
porque tu serias mi sol, mi estrella, mi luna...
porque te has llevado contigo
algo de mi corazón
y desde lo lejos... tocaste mi alma...
porque tu eres para mi
la perfección del amor...
eres mi ayer y hoy...
porque el silencio parece interminable
cuando estas ausente...
y vuelves a esconderte en mis sueños...

Llenas mis noches de luz
llenas mi silencio de ti
llenas mi días de felicidad
llenas mi alma de suspiros
llenas mi vida de amor
llenas mis momentos de dulzura

bellísima sonrisa de ángel
llena mis días de ti...
llena mi corazón vacio de tu ternura

sonrisa de miel...
mirando a la hermosa luna
a veces me salen lágrimas por ti
cuando pienso en ti...
suspiros desconocidos
que me roba... la dulzura
de tu sonrisa distante... 

BUENOS DÍAS DESDE ARCOS DE LA FRONTERA

Mi madre vive sola. Hace ocho años que mi padre murió. Ella no puede salir sola excepto a dar caminatas cortas. Tiene muchas dificultades con su memoria corta. Las conversaciones se limitan a unos cuantos comentarios repetidos.
Sin embargo, mi madre me dijo algo profundo: «El otro día estaba pensando en mis problemas y decidí que no tengo nada de qué quejarme. Dios me está cuidando y tengo gente que me ayuda. Mi único problema es que no puedo acordarme de nada, y tengo muchos lápices y papel para escribirlo todo.»
El apóstol Pablo luchaba con lo que él llamaba «un aguijón en la carne» (2 Corintios 12:7). Pero descubrió que en su debilidad, él experimentaba «el poder de Cristo» (v.9). Dijo: «Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo» (v.10).
Todos tenemos luchas. Éstas se pueden relacionar con la edad, las finanzas, las relaciones o miles de otras dificultades. Pero si de verdad disponemos nuestro corazón a confiar en Dios, y si permanecemos agradecidos incluso en medio de nuestros problemas, es más probable que reconozcamos que «no tenemos nada de qué quejarnos». –Dave Branon