sábado, 8 de octubre de 2011
QUIERO....
Quiero...
Poder decirte las cosas que a nadie me atrevería a decir, llorar cuando estés triste y necesites de mi hombro, y reir contigo cuando tu corazón y tu razón así te lo pidan.
Que luchemos por alcanzar lo que deseamos, que enfrentemos lo feo y lo deshonesto de la vida siempre juntos.
Ser íntimamente yo, y que lo seas tú.
Que compartamos nuestras ideas, sueños y aspiraciones, que podamos vagar por el mundo sin temores, que compartamos lo mejor del amor, teniendo una gran amistad.
Que ambos dejemos huellas en nuestros corazones, algo que siempre podamos recordar, a lo largo de nuestras vidas.
Poder decir libremente que te amo, sin miedo a perderte, confiar tanto en tí y que tú confíes en mí, tanto que nada opaque el cristal de nuestra relación.
Ser yo tu apoyo siempre, esa mujer que haga la diferencia en tu vida, de las demás personas y que tú la hagas en la mía.
Que tengamos algo tan grande y fuerte que nos llene, confiando siempre en quien lo puede todo, dejando en sus manos un listón de amor y nuestros corazones, para que los ate si ese es su deseo y...
Que no nos importe sufrir si fuese necesario tomar rumbos diferentes, porque el amor es sentir, y prueba de nuestra existencia.
Colaboración de Milvia Arabella López Gutierrez
Guatemala
Guatemala
FÁBULA DE SAMANIEGO
Fábula III
3. El asno sesudo
Cierto Burro pacía
En la fresca y hermosa pradería
Con tanta paz como si aquella tierra
No fuese entonces teatro de la guerra.
Su dueño, que con miedo lo guardaba,
De centinela en la ribera estaba.
Divisa al enemigo en la llanura,
Baja, y al buen Borrico le conjura
Que huya precipitado.
El Asno, muy sesudo y reposado,
Empieza a andar a paso perezoso.
Impaciente su dueño y temeroso
Con el marcial ruido
De bélicas trompetas al oído,
Le exhorta con fervor a la carrera.
«¡Yo correr! dijo el Asno, bueno fuera;
Que llegue en hora buena Marte fiero;
Me rindo, y él me lleva prisionero.
¿Servir aquí o allí no es todo uno?
¿Me pondrán dos albardas? No, ninguno.
Pues nada pierdo, nada me acobarda;
Siempre seré un esclavo con albarda.»
No estuvo más en sí ni más entero
Que el buen Pollino Amiclas el Barquero,
Cuando en su humilde choza le despierta
César, con sus soldados a la puerta,
Para que a la Calabria los guiase.
¿Se podría encontrar quien no temblase
Entre los poderosos
De insultos militares horrorosos
De la guerra enemiga?
No hay sino la pobreza que consiga
Esta gran exención: de aquí le viene.
Nada teme perder quien nada tiene.
UN SUPUESTO DIA MALO
Ese día por la mañana derrame el café sobre el mejor mantel del hogar; y al estar limpiando me manche la ropa recién planchada y lavada que ya traía puesta.
Después ya estando en camino hacia la oficina, el trafico era tan denso que llegue tarde a mi trabajo; lo que provoco que mi jefe me llamara la atención. Toda la mañana estuve de mal humor y con muchas ocupaciones, por lo que a la hora de comer salí precipitadamente. Al llegar al estacionamiento me percate que el auto tenía una llanta baja. Me dispuse a cambiarla rápidamente, pero estaba tan apretada que el tiempo se me vino encima y me quede sin comer.
Por la tarde salí retrasado de la oficina y llegue tarde a la facultad. Un maestro me pregunto la lección que había quedado pendiente, misma que no tuve oportunidad de estudiar; por lo que me llamo fuertemente la atención. Me sentí terriblemente avergonzado delante de mis compañeros. Al terminar las clases fui al auto y me percate que le habían roto el parabrisas y me habían robado el estéreo.
Ya era muy noche y no vi por ninguna parte taxis o camión que me llevara al hogar. Camine varias cuadras y en un callejón tres tipos armados me quitaron mi dinero, un hermoso reloj de oro, mi chamarra y hasta el cinturón de piel que tanto me gustaba. Después de quitarme cuanto traía encima me dejaron seguir mi camino riéndose estruendosamente de mi cara malhumorada e impotente. Camine dos calles y poco a poco me llego la idea de cobrarle al mundo tantos insultos a mi integridad y a mi persona.
Me desquitaría con el primero que se cruzara en mi camino, no tendría compasión de el, me burlaría hasta sentirme desahogado y le daría algunos golpes para así recuperar un poco mi tranquilidad.
Espere un poco y vi que se acercaba un hombre semidesnudo; de inmediato resolví que el seria el blanco de mis ataques. Me aproxime para burlarme de el. Intente reírme de sus pies descalzos pero los vi sangrantes y con la huella de haber sido traspasados con clavos. Después me fije en sus rodillas y las vi golpeadas a causa de múltiples caídas. Sentí coraje de no encontrar un motivo que inspirase mi risa burlona. Me reiría de su enmarañado cabello, pero lo vi mojado con la sangre que manaba de su frente herida por una corona de espinas. Me mofaría de su delgado y débil cuerpo, pero una herida en su costado derecho producida por una lanza me hizo estremecer. Intente reírme de sus manos que colgaban de sus brazos como si fueran un trapo viejo; pero al verlas mas cerca las vi tan cansadas y heridas que contuve mi reír. Había decidido que ese hombre seria el blanco de mi ira y no estaba dispuesto a dejarlo marchar sin producirle daño. Mi acalorada mente buscaba la forma de desquitar mi rabia. Decidí golpearlo! Camine detrás de el y vi su espalda flagelada inmisericordiosamente.
Corrí hasta colocarme delante de el; lo golpearía en la cara! Extendí la mano para sujetarlo del hombro y golpearlo fuertemente, cuando me miro a los ojos... Era su mirada tan profunda que pude sentir como llegaba hasta lo mas recóndito de mi alma. Posteriormente, con una inmensamente dulce voz me miro y dijo..... GRACIAS POR VENIR EN MI AYUDA.
"No te dejes vencer por el mal; antes bien vence el mal con el bien" Romanos 12,21
~ Anónimo ~
MEDITACIÓN DIARIA
Jesús humilde y María....también Meditaciones del Rosario. Primer Misterio de la Luz. El Bautismo de Jesús. Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net |
Dios puesto en la fila de pecadores. En la fila había ladrones, asesinos, adúlteras, fariseos podridos, soldados...Jesús metiendo los pies en la charca del pecado. Él, el tres veces santo. Besó el suelo podrido de las almas, y no sintió náusea. Sabía que podía limpiar todas las almas, todos los basureros, todas las cloacas. ¿Qué te costaba convertir los basureros en jardines, las ruinas en castillos donde Tú te sintieras divinamente a gusto? Cada santo es un pecador reconstruido como santo sobre sus propias ruinas. María se enteró porque se lo contaron. “Si Él se humilla así, yo... esclava del Señor. Yo quiero imitarlo sufriendo el castigo de los hombres -luego serán mis hijos- para ayudar a salvarlos.” Tal vez a nosotros no nos ha impresionado ver a Jesucristo bautizado en el Jordán; a ti, María, te debió impresionar muchísimo, porque tú sabías, como nadie, que Él era Dios. ¡Qué humillación! Tu humildad te parecía pequeña, muy pequeña junto a la suya. Él no se había hecho esclavo, sino pecador. Y Tú, que a todo le buscabas la razón y el sentido, preguntarías: ¿Por qué Jesús se ha querido bautizar por Juan como un pecador más, ¿por qué? La pregunta sigue todavía en el aire... Juan había sido el primer hombre que había reconocido a Jesús como el Hijo de Dios y trató de comunicárselo a los demás. Pero muy pocos lo aceptaron. Un día dijo a Andrés y a su amigo: “He ahí el cordero de Dios”. Y éstos sí le siguieron, para su bien. Los demás no le hicieron caso, para su mal. Posteriormente Jesús se lo reclamaría: “¿El bautismo de Juan venía de Dios o de los hombres?” Le respondieron: “No lo sabemos, es decir, no lo queremos saber”. Jesús venía del desierto donde había realizado una dura penitencia: oración y ayuno muy fuertes. Ella aprendió que la oración es muy importante para un cristiano. Ella oraría con más fervor a partir de entonces, si se podía. Aprendió que la humildad y el sacrificio eran muy propios del cristianismo. Ella no pensaba como muchos cristianos y aún sacerdotes, que estas cosas están pasadas de moda y que no ayudan mucho para lo esencial, que es vivir la alegría pascual. Se han olvidado de que se llega a la alegría de la resurrección pasando por la humillación y el sufrimiento de la cruz. “¿No era necesario que el Cristo sufriera esto para entrar en su gloria?” “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”. Jesús era Hijo del Padre e Hijo suyo. Cómo recordaría la pérdida a los doce años-“¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?” Ahora lo había dejado ir, para que se ocupara de las cosas de su Padre. Ella lo devolvía al Padre; sacrificaba su amor de madre. Dolor que sería total en la muerte en el Calvario. Muchas madres de posibles hijos sacerdotes no han sabido sacrificar el amor al hijo y no le han dejado trabajar en las cosas del Padre. Se trataba de un amor equivocado. El Espíritu Santo descendió sobre Él para investirlo de la misión que le esperaba. Un nuevo tema de meditación de María, sobre su Hijo. Aquí ya no es la sencillez del Jesús que parecía un simple hombre. Aquí interviene el cielo en pleno: El Padre celestial, Yahvé (con todo lo que significaba para un israelita) y el Espíritu Santo que ya había intervenido en Ella. “El Espíritu Santo descenderá sobre ti”. Ahora sobre Él. La imagen de su Hijo crecía a sus ojos; y Ella se sentía pequeñita junto a Él. Como Juan, el hombre humilde por excelencia, Ella también se decía a sí misma: “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”. |