sábado, 10 de septiembre de 2011
MI ADOLESCENCIA
Mi adolescencia
En mi adolescencia comprendía muy poco el arte de manejar las emociones no "deseadas" excepto conquistándolas. A menudo identificaba la capacidad de negar y rechazar con la "fortaleza".
Recuerdo mis sentimientos de soledad, en ocasiones muy dolorosos, y de deseo de alguien con quien poder compartir ideas, intereses y sentimientos. A los dieciséis años acepté la idea de que la soledad era una debilidad y el deseo de intimidad con otra persona representaba un fracaso de la independencia.
Esta idea no la tenía siempre, sino parte del tiempo, y cuando me venía a la mente no tenía respuesta al dolor, excepto poner en tensión mi cuerpo contra ella, limitar mi respiración, hacerme reproches a mí mismo y buscar distracciones. Intentaba convencerme a mí mismo de que no me importaba. De hecho, me recluí en la alienación como algo virtuoso.
No daba muchas oportunidades a la gente. Me sentía diferente a todos y veía que esta diferencia era un abismo entre nosotros. Me decía a mí mismo que tenía mis ideas y mis libros, y que con eso era suficiente o debía serlo si confiaba lo suficiente en mí.
Si hubiese aceptado el carácter natural de mi deseo de contacto humano, habría buscado puentes de entendimiento entre los demás y yo.
Si me hubiese permitido sentir plenamente el dolor de mi aislamiento, sin reprochármelo, habría hecho amigos de ambos sexos; habría apreciado el interés y benevolencia que a menudo se me ofrecía.
Si me hubiese dado la libertad de atravesar las etapas normales del desarrollo adolescente y salir de la prisión de mi aislamiento, no me habría preparado para un matrimonio desafortunado. No habría sido tan vulnerable a la primera muchacha que parecía compartir verdaderamente mis intereses.
Sin duda existían "razones" que explicaban mis áreas de no aceptación de mí mismo, pero eso no importa ahora. Lo que sentía, era lo que sentía, tanto si lo aceptaba o no.
En algún lugar de mi mente, sabía que estaba condenando y rechazando una parte de mí mismo, la parte que deseaba compañía de otras personas. Estaba en una relación de rechazo a una parte de quien yo era. Por muchas otras áreas de confianza y felicidad que pude disfrutar, me estaba infligiendo una herida a mi autoestima.
Cuando más tarde aprendí a recuperar las partes de mí mismo negadas, aumentó mi autoestima.
Autor: Nathaniel Branden
www.tubreveespacio.com
FÁBULA DE SAMANIEGO
¡Oh, Jóvenes amables!, que en vuestros tiernos años al templo de Minerva dirigís vuestros pasos, seguid, seguid la senda en que marcháis, guiados, a la luz de las ciencias, por profesores sabios. Aunque el camino sea ya difícil, ya largo, lo allana y facilita el tiempo y el trabajo. Rompiendo el duro suelo, con la esteva agobiado, el Labrador sus Bueyes guía con paso tardo; mas al fin llega a verse, en medio del verano, de doradas espigas, como Ceres, rodeado. A mayores tareas, a más graves cuidados es mayor y más dulce el premio y el descanso. Tras penosas fatigas, la labradora mano ¡con qué gusto recoge los racimos de Baco! Ea, Jóvenes, ea, seguid, seguid marchando al templo de Minerva, a recibir el lauro. Mas yo sé, caballeros, que un Joven entre tantos responderá a mis voces: « No puedo, que me canso». Descansa enhorabuena: ¿Digo yo lo contrario? Tan lejos estoy de eso, que en estos versos trato de daros un asunto que instruya deleitando. Los Perros y los Lobos, los Ratones y Gatos, las Zorras y las Monas, los Ciervos y Caballos os han de hablar en verso; pero con juicio tanto, que sus máximas sean los consejos más sanos. Deleitados en ello, y con este descanso, a las serias tareas volved más alentados. Ea, Jóvenes, ea, seguid, seguid marchando al templo de Minerva a recibir el lauro. Pero, ¡qué!, ¿os detiene el ocio y el regalo? Pues escuchad a Esopo, mis Jóvenes amados.
NUEVO DÍA
Aquel niño tenía tan solo siete años. Su maestra lo dio por caso perdido. En presencia del pequeño habló con la madre y le dijo que era "vacío" y que era inútil que siguiera asistiendo a la escuela. La pobre mujer, avergonzada, le enseñó a leer personalmente en la casa. Aquel muchacho con el tiempo dejó su nombre escrito en cientos de patentes sobre inventos que afectaron la vida de toda la humanidad.
¿Su nombre? Thomas Alva Edison. ¿Sus inventos? Entre cientos de ellos, la luz eléctrica y el disco fonográfico. Es sorprendente cuán a menudo grandes hombres y mujeres fueron juzgados erróneamente antes de que se volvieran famosos.
De Abraham Lincoln se dijo que "sólo había ido cuatro meses a la escuela, que era un soñador y que se empeñaba en hacer preguntas estúpidas". Pero el hombre llegó a la presidencia de su país, y desde ahí tomó decisiones tan dramáticas en su tiempo como la abolición de la esclavitud, y condujo con mano firme el gobierno a través de una guerra civil que acabó ganando, con lo que sentó las bases para la grandeza futura de su nación.
Del gran cantante Enrico Caruso se dijo que no tenía voz.
De Albert Einstein que era un estudiante muy malo, mentalmente lento, poco sociable y siempre soñador.
De Amelia Earhart, la pionera aviadora, se dijo que si bien era brillante y llena de curiosidad, tenía tanto interés por los insectos y demás cosas que se arrastran que jamás podría "pensar con altura".
A Benito Juárez se le juzgaba "inferior" por su ascendencia totalmente indígena, al punto de que los conservadores mexicanos buscaron en Europa a alguien de "sangre azul" para que lo remplazara en el gobierno.
Hay algo interesante en la biografía de todos estos personajes, lograron probar que esas predicciones negativas eran erróneas. Descubrieron que con su esfuerzo podían superar las adversidades.
Descubrieron algo que usted y yo deberíamos descubrir también, que el poder con que Dios nos dotó, es mucho más fuerte que la opinión, quizá hasta sincera, con que los "expertos" quieran marcarnos.
Debemo tener una actitud resistente que se convierta en el método para manejar la opinión ajena desfavorable, como nuestro desafío para el futuro.