¡Oh, Jóvenes amables!,     que en vuestros tiernos años     al templo de Minerva     dirigís vuestros pasos,     seguid, seguid la senda    en que marcháis, guiados,    a la luz de las ciencias,    por profesores sabios.    Aunque el camino sea    ya difícil, ya largo,    lo allana y facilita    el tiempo y el trabajo.    Rompiendo el duro suelo,    con la esteva agobiado,    el Labrador sus Bueyes    guía con paso tardo;    mas al fin llega a verse,    en medio del verano,    de doradas espigas,    como Ceres, rodeado.      A mayores tareas,    a más graves cuidados    es mayor y más dulce    el premio y el descanso.    Tras penosas fatigas,     la labradora mano    ¡con qué gusto recoge    los racimos de Baco!    Ea, Jóvenes, ea,    seguid, seguid marchando     al templo de Minerva,    a recibir el lauro.    Mas yo sé, caballeros,    que un Joven entre tantos    responderá a mis voces:      « No puedo, que me canso».    Descansa enhorabuena:    ¿Digo yo lo contrario?    Tan lejos estoy de eso,    que en estos versos trato    de daros un asunto    que instruya deleitando.    Los Perros y los Lobos,    los Ratones y Gatos,    las Zorras y las Monas,      los Ciervos y Caballos    os han de hablar en verso;    pero con juicio tanto,    que sus máximas sean    los consejos más sanos.      Deleitados en ello,    y con este descanso,    a las serias tareas    volved más alentados.    Ea, Jóvenes, ea,   seguid, seguid marchando    al templo de Minerva    a recibir el lauro.    Pero, ¡qué!, ¿os detiene    el ocio y el regalo?    Pues escuchad a Esopo,    mis Jóvenes amados.
Esta serie de versos me recuerdan a mi abuelo Antonio Conesa. Cuando yo era pequeña hace 60 años mi abuelo mo paraba de recitarla hasta que mi hermana Conchi y yo nos la aprendimos, son mis recuerdos de niñez junto a mis abuelos los fines de semana, muy entrañable y amable niñez...
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